jueves, 4 de diciembre de 2008

Taxi driver

Numerosos estudios demuestran que los taxistas son, después de los psicólogos argentinos, el gremio que más contribuye a la intercomunicación entre desconocidos. Aunque no lo recordaba con nitidez, yo ya conocía esta capacidad de establecer conversaciones sin ton ni son, a diestro y siniestro. No en vano, mi abuelo era taxista.

Sin embargo, no me acordaba de cuán profundo y particular era el análisis de la realidad del profesional del taxi hasta estos últimos días. La necesidad de ir de un lado a otro, relativamente rápido y sin medio de locomoción propio, me obligó a utilizar el taxi frecuentemente.

Deseoso de conocer qué se ve tras el prima ovalado del parabrisas, hacía como que preguntaba al chófer sobre algo (tras dar las buenas horas y la dirección, claro). Indefectiblemente, mi pregunta era obviada y la conversación (monologo diría yo, porque la conversación requiere que dos hablen sobre el mismo tema en momentos sucesivos) se dirigía a la preocupación del conductor.Siendo la mayoría de los temas comunes, eran vistos por cada taxista desde posiciones tan dispares que se dirían que vivieran vidas en universos paralelos, opuestos, paralepípedos o bipolares.

Que la realidad depende del cristal con el que se observa es conocido, aunque nunca pensé que si el cristal era el de un parabrisas, la realidad se distorsionaba aún más

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