sábado, 23 de mayo de 2009

O


Libera del estrés y de la ansiedad. Produce un pequeño trance, una especie de apagón momentáneo del cerebro y dura unos segundos. Dicho así parece que estuviéramos hablando de un ligero vahído, pero no señora no.
Si a todo lo anterior le unimos el placer que produce y que se obtiene mediante algún tipo de actividad sexual, seguramente habrán caído (o eso espero) en que se trata del orgasmo.
Y es que de eso se escribe en un artículo que leo con el mayor interés porque siempre me he considerado una persona abierta a nuevos conocimientos que mejoren mi vida (y mis orgasmos, claro). Parece que dicha actividad tiene unos efectos beneficiosos puesto que nos aleja del miedo y de la ansiedad, disminuye la tensión, etc.
Sin embargo, la lectura del artículo me produce un profundo desasosiego puesto que, según los estudios realizados, sólo el 25% de las mujeres alcanza el orgasmo durante el acto sexual (no aclara si el 75% restante lo alcanza antes, después o nunca). Vaya para éstas últimas mi más sincero abrazo de cariño.
Supongo que los hombres tenemos una gran responsabilidad en este desastre y es que, según creo, la mayoría sigue pensando que eso del sexo se basa en provocar un calentón de cintura para abajo, cuando, en realidad, lo que se debe estimular está de cuello para arriba.

viernes, 22 de mayo de 2009

Rumbo


No hay día que no encuentre a alguien diciendo que no sabe lo que quiere aunque sí lo que no quiere en la vida.
Me hace pensar en que lo primero que hay que hacer para saber lo que se quiere en la vida es querer saberlo.
Si esta cuestión previa es afirmativa y uno aún no sabe lo que quiere, es que mintió en la cuestión previa. Seguramente lo que quiere entra en contradicción con lo que tiene o es.
Por cierto, saber lo que no se quiere no nos hace más felices, sino menos desgraciados.
A mi no me gustaban las tartas de chocolate y hasta que descubrí el San Marcos no hallé la felicicidad.

lunes, 18 de mayo de 2009

Cuanto mejor, peor



Lo de ir por la calle tiene que te vas encontrando todo tipo de criaturas, algunas conocidas y otras no. Mirándoles a la cara, intento imaginarme sus historias, sus vidas y si son felices.
En esto iba cuando encuentro a un conocido cuyo rostro siempre reconocí como el de una persona con una vida feliz (además de su cara, conocía el resto desde hace muchos años, ya que éramos amigos).
Su cara ya no era la de siempre y, ante mi insistencia, me cuenta el por qué. Resulta que a él que siempre fue un empleado modelo, un ejemplo de colaboración y un referente en excelencia y eficacia, le habían quitado de su puesto y lo habían ascendido. Ante tal noticia me tiro a darle un abrazo, cuya fría recepción me lleva a indagar más.
La tristeza le embargaba ya que "estaba obligado a dejar su anterior cometido que le apasionaba, en el que se había especializado, por otro que aborrecía, desconocía cómo abordar, le ocuparía más tiempo de su vida y encima no le iban a pagar más".
Como quien no se consuela es porque no quiere (o porque piensa que la resignación es un defecto de nuestra cultura judeocristiana y no una virtud) me dice que lo unico bueno de su nuevo puesto es que le permite beneficiarse de tratamiento gratuito en una clínica concertada por su empresa y medicinas gratis.
-¡Qué bueno!- le digo para levantarle el ánimo. -Así podras pedir almax y tranquimacín hasta hartarte-.

lunes, 11 de mayo de 2009

Capitalismo etico


Parece que la crisis está cambiando la manera en que hacíamos las cosas. Aparentemente se acabó el despilfarro, la dilapidación, el gastar sin pensar y el comprar cuanto más caro mejor. Sin embargo, por algunos síntomas que veo, me temo que dicho cambio es más visual que real.
Así, según parece, las comidas de empresa (con sus manjares y su barra libre) no se han dejado de hacer, aunque la cuenta ya no la paga la empresa o el jefe sino que se reparte equitativamente entre los comensales, independientemente de si la criatura que come es el director general o el bedel. Igualmente me entero de que los coches de lujo ya no se muestran tanto, y si lo hacen, aparecen en escena sucios, rayados y con alguna abolladura (fruto de la acción dolosa de su acaudalado dueño) que pretende hacer pasar el Porche Cayenne por una furgoneta de reparto.
Las tiendas de marca tampoco lo están pasando bien y no porque tengan menos clientes, al contrario. La razón es que, para evitar la furia de la plebe, han tenido que poner un cartelito de Outlet u otro de Liquidación por cierre en la cristalera y entregan, a los clientes que compran, sus prendas en una bolsa del Hiperdino.
Tampoco las tarjetas oro y platino se dejan ver como antes en los restaurantes. Antes, se entregaban al camarero con la cuenta con todo un ritual de risas y fiestas. Hoy, su uso es más discreto y algún camarero me relata que sus clientes se las dan, con toda discreción, envuelta en la servilleta.
Es evidente que la crisis está cambiándolo casi todo. Lo único que permanece constante es la estupidez humana.

viernes, 8 de mayo de 2009

Te quiero, te jodo


Volviendo a casa, tres sucesos me dejan pensativo.
Cruzando el paso de peatones, una anciana abronca a quien parece ser su nieta porque no le agarra del brazo para cruzar. Más allá, veo como un conductor que se salta un semáforo en rojo y casi choca, reprocha a su copiloto el no haberle avisado. Por último, me encuentro a una pareja de amigos discutiendo porque parece que él no entiende los problemas de ella en el trabajo.
Digo que me quedo pensativo porque, en los tres casos, estas personas estaban recibiendo una descarga de energía negativa de alguien cercano sin comérselo ni bebérselo. Supongo que estas criaturas se sentirán injustamente tratadas por alguien al que simplemente tratan de ayudar, acompañar o escuchar.
Creo que si quieren culpar a alguien, deberían hacerlo con su vejez, su imprudencia o su jefe pero, claro, es más fácil (y no requiere ni un fisco de valentía) darle leña a quien tienen al lado y no puede, quiere o sabe defenderse. Es una tendencia natural, casi inconsciente, de aporrear al que tenemos más cerca antes de buscar el origen del problema.
Intento, no siempre con éxito, parar este tipo de situaciones. Para ello, en estos casos, y antes de que comience la lluvia de piedras, le recomiendo a quien intenta descargar conmigo, que si quiere pagar la rabia con alguien, que lo haga con quien se la debe.

lunes, 4 de mayo de 2009

La verdad está ahí fuera


En uno de esos sesudos informes sobre los primeros 100 días de la presidencia de Obama, leo estupefacto que el 40% de los americanos está convencido de que Dios creó el mundo tal y como está escrito en la Biblia. En el mismo estudio, leo igualmente asombrado que el 50% de los americanos es obeso.
Complicado como soy, intento elucubrar si existe alguna relación entre la sobreabundancia de lípidos y la incapacidad de discernir entre la realidad y la ficción novelada. Entro en Internet y busco cualquier referencia científica que avale mi teoría. Nada.
En búsqueda de alguna explicación racional, pienso que los habitantes de aquella gran nación son gente muy confiada ante cualquier noticia, especialmente si se difunde por medios impresos. En ningún otro lugar pueden encontrar espacio teorías imposibles, conspiraciones y cuentos sin fin.
En estos casos siempre aplico la frase "No hay mayor verdad que una mentira repetida constante y vehementemente". Sin embargo, como la frase en cuestión la leí en un periódico, no sé si creérmela.

domingo, 3 de mayo de 2009

Soñar despierto

En una conversación, medio filosófica, con una buena amiga sobre la vida y las cosas importantes, me pregunta sobre alguno de mis deseos sin realizar. Entre varios que me vienen a la mente, le cuento ese de estar con tres mujeres en la cama (al mismo tiempo, se entiende). Ante la cara de estupor que me pone, le reconozco, para animarla, que ella es una de las tres (lo que es absolutamente cierto). Sin embargo, la cara no pierde la mueca de sorpresa.

Anécdotas a parte, esta conversación me lleva a meditar sobre lo poco que, en general, expresamos nuestros deseos. Más allá de hacer la lista de la compra, la carta a los Reyes y decir qué peli ver en el fin de semana, no solemos manifestar nuestros anhelos. No se trata de proponerle a cualquiera que se monte un cuarteto con uno, sino más bien consiste en ser asertivo. La clave es expresar a los demás lo que queremos, sentimos o pensamos, siempre desde el respeto y la empatía, evitando el miedo, el pudor, la verguenza o la agresividad.

Siempre he pensado que expresar los sentimientos (dentro de una lógica) no tiene porqué ser objeto de mofa o escarnio. Más bien al contrario, merece un aplauso en los tiempos que corren, en los que la gente, de tanto ahorrar, ahorra hasta en las palabras (y no es por la crisis sino más bien por miedo a quedar a la intemperie emocional y sufrir los embates de cualquier animal de dos patas).

Yo seguiré intentando sacar lo que tengo dentro a base de palabras, porque no podría soportar tener algo bueno que contar a alguien y no decírselo. Respecto a mi deseo de más arriba, creo que cada día está más cerca: ya sólo me faltan dos.