sábado, 31 de enero de 2009

Amarillo de rabia


Un poco tarde (¡qué raro en mí!) me entero que acaba de llegar el Año Nuevo Chino (el del buey). Como no me aclaro, no sé si tengo que comprar uvas o lichis para celebrarlo.
Me imagino a 1.200 millones de criaturas agarrándose un ciego y haciéndo promesas para el nuevo periodo que nunca podrán cumplir. Así es la especie humana: se alimenta de humo.
La cultura china me impresiona. La literatura llena de profundidades, el cine que te transporta a una realidad onírica, su arquitectura y monumentos antiguos y, sobre todo, su manera de vivir tienen gran atracción sobre mi persona.
Tengo entre mis planes un viaje por ese país impresionante e incluso se me ha pasado por la cabeza estudiar el idioma (estoy calculando cuándo puedo tener ocho años libres para esta última empresa). Ya ven, yo también me alimento de sueños.
Una amiga, conocedora de mi forma de ser polemista, directa e irreverente, me dice que le recuerdo a algo chino, en concreto, a un plato de comida china. Mi cabeza se vuelve loca, imaginando una comida exótica, especial, fascinante, delicada y millones de adjetivos más.
"No, no" - me aclara-, "en realidad no me refería a la comida, sino que, por tu caráter, eres como un cerdo agridulce".

viernes, 30 de enero de 2009

Ojo por callo


Una lectora de mi blog me tira un guante dialéctico a la cara. Incapaz como soy de poner la otra mejilla ante tamaño reto, decido entrar en la polémica.
Su duda es que si el tiempo pone a cada uno en su lugar. Claro, para empezar a hablar hay que definir lo de tiempo y lugar. Keynes decía que a largo plazo todos estaremos muertos. O sea, pasado mucho tiempo todos estaremos en el mismo lugar: a dos metros bajo tierra.
Seguramente mi lectora buscaba una explicación algo mas sesuda. Por ello, recuerdo cuando de pequeño perdíamos al futbol y quejumbrosos decíamos a nuestros contrincantes aquello de "las trampas salen". También todas las veces que alguien nos hacía algo y pensábamos que la vida castigaría a nuestros agresores con penas y dolores sin fin en una especie de justicia divina.
Sin embargo, pasado el tiempo nos dimos cuenta de que las trampas no salían y que los malvados no sólo no pagaban sino que estaban en lo alto de la pirámide social.
Parece que, en realidad eso de que el tiempo pone a cada uno en su lugar es sólo una frase que nos inventamos los perdedores para sentirnos menos desgraciados. Seguramente por eso Nach Scrath se lamentaba en un rap que "los cabrones siempre ríen y los honrados padecen".
Por si acaso, el asunto no lo dejo en manos del tiempo: si alguien me pisa el callo, yo le meto el dedo en el ojo.

martes, 27 de enero de 2009

Tiempos modernos


Me levanto de la siesta y a duras penas me pongo delante del ordenador. Leo en una página que la siesta en nuestro país es una tradición en declive: sólo una de cada seis personas la practica regularmente (o eso me parece recordar porque estaba aún somnoliento).
Deseoso de cambiar la estadística me tiro otra vez en el sofá dejándome inconsciente durante otra hora más.
Más repuestito y con la cara lavada reflexiono sobre esas buenas tradiciones que se van perdiendo por falta de uso: dar los buenos días, el sentido común, el respeto por el prójimo, hacer de comer, visitar a la familia, etc.
Me pregunto cómo es posible que nos olvidemos de las cosas que funcionan y las cambiemos por otras que son evidentemente peores. Pensé lo mismo cuando en el super casi me caigo de espaldas al ver la primera vez el gazpacho en tetrabrick. ¿Quién no tiene tres minutitos para juntar tomates, pimiento, pepino y ajos con algo de aceite, vinagre y sal?
Si este el es el precio de la modernidad, prefiero ser un troglodita que hace su propio potaje.

viernes, 23 de enero de 2009

Que tengas surtecilla


Escuchando música aparece una canción de Bunbury con la que titulo esta entrada. Me hace recordar una reunión con amigos de hace unos días en la que la suerte fue nombrada como explicación a todas las dichas posibles.
Creo que cada vez más se amplia la tendencia a esperar que las cosas ocurran porque sí, sin dedicarles el mayor esfuerzo (palabra que la Real Academia está pensando en quitar de su diccionario por falta de uso). O sea, poner la mano y esperar, como dice la fiel lectora Lucas, que el rayo de sol caiga directamente sobre ella (incluso en días nublados o por la noche).
Claro, partiendo de esta premisa, las cosas buenas que nos pasen a cualquiera de nosotros no pueden deberse sino a la suerte. Discrepo, sin dudarlo. Una cosa es poner la lotería y que te toque. A este suceso aleatorio lo podemos llamar fortuna.
Sin embargo, no sería justo insultar a quien se curra su vida, trabajo, estudios, familia, o lo que sea, diciendo que su lucha para que estas u otras cosas le vayan bien es el resultado casual de la conjunción de los astros.

No amigo, no. Eso es esfuerzo y la suerte no está invitada al convite. Y si viene, que te pille remangado y trabajando.

martes, 20 de enero de 2009

Cierra el grifo


En el trabajo estoy rodeado de dos tipos de personas: los que tienen hijos y los que no. La mayoría de los segundos intentan (intentamos) hacer oídos sordos a la llamada de la Naturaleza para reproducirnos y perpetuar la especie.
Con este objetivo buscamos las más variadas escusas: no es el momento, no es el lugar, no es la persona, no es el momento ni el lugar ni la persona, no hay persona con la que ...(éste es el caso más triste) y así un sinfín de posibilidades para evitar que el tic-
tac reproductivo se haga ensordecedor.
Sin embargo, no hay nada que quite más las ganas de reproducirse (que no las de hacer prácticas de tiro) que tener alguna compañera mamá reciente. No basta con que te cuente las pruebas y problemas del embarazo, ni con que te detalle los sufrimientos del parto y
días posteriores, ni con que te hable el insomnio y los problemas de comida del vástago. Además, te relata como su propia vida se aliena y termina por desaparecer entre pañales, urinales, potitos y pediatras a medida que la criatura crece.
Con tantas desgracias, dificultades, problemas y limitaciones, a un servidor le entra una angustia reproductiva tremenda. De hecho, estoy pensando en pedir cita para la
vasectomía.

martes, 13 de enero de 2009

Sexo polar

Comienzo la semana tremendamente preocupado. Resulta que los máximos representantes de la industria porno americana solicitan ayudas por los problemas económicos de su negocio.
Esta noticia me pone los pelos como un puercoespín. Pensaba que el sexo, probablemente la actividad más antigua del ser humano (junto con la recolección y la realización de pinturas rupestres) nunca podría estar de capa caída.
De hecho, estoy seguro de que Internet no habría tenido tanto éxito sin la inestimable ayuda de millones de mirones en busca de páginas eróticas de todo tipo. Sin embargo, parece que la crisis lo desinfla todo, según anuncian los representantes de las empresas americana de producción de erotismo.
Creí, erróneamente por lo que se ve, que la crisis obligaría a la gente a estar más en casita para ahorrar y que, claro, ¿que va a hacer uno en este invierno con el frío? Pues juntarse con la criatura más cercana en busca de calor.
Parece que me equivocaba y que, o la fuente de calor más próxima es el radiador (con el consiguiente peligro de quemaduras genitales) o es cierto que la crisis afecta a nuestros más primitivos instintos. Y yo que pensaba que habíamos evolucionado hacia el homo erectus. ¡Qué horror!

martes, 6 de enero de 2009

Sin cabeza


Recibo un correo de una amiga escandalizada. Según me cuenta, la inversión de las empresas farmacéuticas en medicamentos estilo Prozac o Viagra, multiplica en muchas veces el dinero destinado a enfermedades que afectan a países en vias de desarrollo.
Un servidor vacunado en el primer mundo ha paseado por estos países y da fe de los estragos que causan enfermedades como la malaria que podrían resolverse con poco dinero. No puedo criticar mucho a las farmacéuticas: probablemente si yo fuera una haría lo mismo, aunque luego no podría dormir de mala conciencia. Critico a todos los que compran productos de marca en vez de genéricos: si quieres hacerles daño, dales en el bolsillo.

También yo estoy preocupado con la falta de inversión en enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer que hacen que el enfermo pierda la conciencia de sí mismo. A este respecto, me temo lo peor y es que en un futuro no muy lejano habrá viejos felices y erectos incapaces de recordar por qué.

jueves, 1 de enero de 2009

Año nuevo, la misma vida


En plena fiesta de fin de año, me encuentro a un amigo algo beodo (lo difícil hubiera sido encontrar a alguien sobrio, amigo o no). Me cuenta que a partir del 1 de enero, su vida será otra. Le felicito por tan tremenda metamorfosis y sigo soplando güisqui.
Horas más tarde, aún bajo los efectos del alcohol y entreviéndose ya el dolor de cabeza por el exceso, reflexiono sobre el encuentro. No dudo que sea posible cambiar de vida (un amigo que lo hizo me manda un correo de felicitación desde Japón), sino lo que me choca es que pueda hacerse de un día para otro.
Me parece que dicho proceso requiere un poco de calma, reflexión, valentía y esfuerzo (siempre he preferido los hechos a los buenos propósitos, aunque éstos queden mejor en una postal navideña). Aunque la fortuna ayuda, siempre he pensado que la suerte pertenece a los osados que se remangan para trabajar.
A pesar de que la intención es el paso previo a la acción, me da que cambiar de vida no es tan fácil como acostarse beodo y levantarse resacado.