Casi coincidiendo en el tiempo leo dos libros que tratan sobre la felicidad en la empresa de dos maneras muy distintas. Uno, El principio de Peter, lo hace desde el humor más desternillante, con soluciones de risa ante cualquier amenaza contra la felicidad del trabajador. El otro, El despido interior, es un nuevo libro de autoayuda para quien desee analizar el problema desde un punto de vista menos gracioso.
Poco después, viendo el programa de unas jornadas dedicadas a la gestión empresarial me llama la atención una conferencia dedicada a la felicidad en la empresa. Como el tema me interesa, me apunto sin dudarlo.
La conferencia tiene un gran interés e intenta explicar de manera bien clarita que un empleado feliz trabaja mejor que uno amargado. El aplauso a tal punto de vista fue generalizado ( el 90% de los que estabamos allí eramos empleados y el resto supongo que empresarios o gestores de recursos humanos por la cara de pocker que ponían).
A pesar de su importancia, la felicidad en la empresa (y en la vida, claro) sigue siendo muy poco tratada, casi como si fuera una materia de unos pirados que no saben lo que dicen. De hecho, la mayoría de nosotros pasamos de puntillas sobre ello, como si tuvieramos una especie de anestesia local de cuello para arriba. O es que acaso tenemos claro lo que nos hace felices e intentamos conseguirlo cada día.
Poco después, viendo el programa de unas jornadas dedicadas a la gestión empresarial me llama la atención una conferencia dedicada a la felicidad en la empresa. Como el tema me interesa, me apunto sin dudarlo.
La conferencia tiene un gran interés e intenta explicar de manera bien clarita que un empleado feliz trabaja mejor que uno amargado. El aplauso a tal punto de vista fue generalizado ( el 90% de los que estabamos allí eramos empleados y el resto supongo que empresarios o gestores de recursos humanos por la cara de pocker que ponían).
A pesar de su importancia, la felicidad en la empresa (y en la vida, claro) sigue siendo muy poco tratada, casi como si fuera una materia de unos pirados que no saben lo que dicen. De hecho, la mayoría de nosotros pasamos de puntillas sobre ello, como si tuvieramos una especie de anestesia local de cuello para arriba. O es que acaso tenemos claro lo que nos hace felices e intentamos conseguirlo cada día.