jueves, 16 de octubre de 2008

Felice ma non troppo


Casi coincidiendo en el tiempo leo dos libros que tratan sobre la felicidad en la empresa de dos maneras muy distintas. Uno, El principio de Peter, lo hace desde el humor más desternillante, con soluciones de risa ante cualquier amenaza contra la felicidad del trabajador. El otro, El despido interior, es un nuevo libro de autoayuda para quien desee analizar el problema desde un punto de vista menos gracioso.
Poco después, viendo el programa de unas jornadas dedicadas a la gestión empresarial me llama la atención una conferencia dedicada a la felicidad en la empresa. Como el tema me interesa, me apunto sin dudarlo.
La conferencia tiene un gran interés e intenta explicar de manera bien clarita que un empleado feliz trabaja mejor que uno amargado. El aplauso a tal punto de vista fue generalizado ( el 90% de los que estabamos allí eramos empleados y el resto supongo que empresarios o gestores de recursos humanos por la cara de pocker que ponían).
A pesar de su importancia, la felicidad en la empresa (y en la vida, claro) sigue siendo muy poco tratada, casi como si fuera una materia de unos pirados que no saben lo que dicen. De hecho, la mayoría de nosotros pasamos de puntillas sobre ello, como si tuvieramos una especie de anestesia local de cuello para arriba. O es que acaso tenemos claro lo que nos hace felices e intentamos conseguirlo cada día.

jueves, 9 de octubre de 2008

Animalito


Siempre me ha gustado pensar que lo que nos distingue de nuestros ancestros es la evolución de nuestra capacidad de raciocinio.
En esta ilusión sinóptica estaba yo cuando recojo del buzón un catálogo de una gran superficie anunciando un ahorro gigante. Dos ofertas me llaman la atención: una con la que ahorramos 0,57 euros en total comprando 8 bricks de leche y otra con la que ahorramos 80 centimos con un pack de 4 botes de suavizante para lavar la ropa.
No veo mucha ventaja en el invento (más bien es un engaño de tontos) porque para no gastar una pequeña cantidad te arriesgas a que la leche se te caduque o debes buscar sitio para los botes que dejarán tu ropa suave y esponjosa, y además pagarlos hoy mientras que no terminarás de gastarlos hasta dentro de 280 lavados (un año y pico).
Convencido de lo inutil de este supuesto ahorro me quedo de piedra (pomez) cuando me entero que la promoción de la gran superficie ha sido todo un éxito y se han quedado sin existencias.
No puedo sino retractarme sobre el supuesto raciocinio del homo consumidor. Queda claro que la única diferencia con nuestros antepasados es que tenemos menos pelo (y ni siquiera todos).

lunes, 6 de octubre de 2008

Bendita crisis


Independientemente de si lo que está cayendo es crisis o granizo, ambos tienen muy mala prensa. Sin embargo, así como los trozos de hielo que caen del cielo producen bastantes destrozos y nada bueno, de la crisis se puede sacar alguna bondad.
Aunque sea bastante impopular, es justo reconocer que la necesidad agudiza el ingenio y nos incentiva a progresar. Por eso me gustaría ir poniendo ejemplos de cosas que seguro que mejoran en esta coyuntura.
Resulta que de tanto hablar de crisis, unos porque no pueden y otros porque les ha entrado el porsiacaso, no gastan tanto como antes (convirtiendo una bola de nieve en una avalancha en los Alpes) disminuyendo el habitual consumismo y favoreciendo hacer algunos ahorrillos.
También podemos hablar del precio de los pisos. Según parece empiezan a bajar y en algunos sitios no solo bajan los nuevos, sino también los de segunda mano. Y como aún quedan muchos por vender, se están poniendo de alquiler, lo que es otra buena noticia.
Tampoco es para que se quede para siempre, pero esta crisis ayudará a que reflexionemos antes de gastar el dinero al tiempo que pone en su sitio a los que se aprovechaban de nuestra necesidad (o vicio).

jueves, 2 de octubre de 2008

Pésimo pesimista


Por lo general suelo ver el vaso medio vacío. No es cosa de pesimismo. Al contrario, pienso que ayuda a mejorar. Seguramente si lo viera medio lleno, no realizaría ningún esfuerzo para intentar dejarlo medio lleno o lleno del todo.
Matices a parte, observo con agobio que los pesimistas de verdad florecen como el moho en el pan de molde caducado. Más allá de toda queja razonable o irrazonable que ayuda a liberar las tensiones, estos pesimistas lo ven todo negro oscuro (el trabajo es una mierda y no gano para pagar la hipoteca que me dieron los ladrones del banco, que me sirvió para comprar el cuchitril de casa en el que vivo con la/el bruja/o de mi mujer/marido y los desquiciados de mis hijos, y encima .....).
Hace ya rato que intento desconectar sin conseguirlo de esta especie de Giménez Losantos, cuando recuerdo cierta teoría que leí una vez sobre cómo callar a esta tipología de radiadores de energía negativa. De pronto le espeto que si tan mal se siente, puede dejar a su mujer e hijos, puede vender la casa y pagar al banco y también abandonar el trabajo. Y si incluso así, su vida le sigue pareciendo terrible de vivir, siempre puede tirarse por un barranco.
Tras un momento de silencio, me pregunta si he visto la última de Indiana Jones. Lo que demuestra que un pesimista no es nada si no tiene público que lo escuche.