lunes, 24 de mayo de 2010

El futuro no es lo que era

Parece que la crisis ya no es crisis sino una nueva forma de vivir y de consumir. Las estadísticas dicen que cada vez ahorramos más, miramos más lo que gastamos y en qué.
No es que estemos inventando nada nuevo, sino que estamos recuperando lo que hacíamos hace algún tiempo, viejas costumbres y hábitos.
Los talleres de reparación (desde el coche a los electrodomésticos) tienen más trabajo que nunca, los zapatos ya no se cambian cada dos por tres sino que se les ponen tapas nueva y a correr, las fiestas y reuniones de amigos o familia se hacen más en casa que en restaurantes. La tintorería la pisamos menos: se lava y plancha en casa. Pero no sólo, porque en el super compramos menos cosas superfluas o comidas preparadas y  más marcas blancas. 
Con los niños ocurre lo mismo, el carro, la ropa y toda la parafernalia logística los heredan los hermanos, los primos y los hijos de los amigos como se hacía hace 20 años. Igual  con las fiestas de cumple: en casa y con Nocilla. Y es que puede haber algo más bonito que ver a unas criaturas devorando sandwiches de foigras y bebiendo fanta Hacendado.  Finalmente, lo divertido es el con quién no el cómo ni el dónde.

viernes, 21 de mayo de 2010

No pares

Hace unos días, tuve la oportunidad de acudir a una conferencia de uno de mis autores favoritos, Eduardo Punset.
No defrauda nunca, con esa sabiduría añeja y ese acento tan particular con el que desgrana los puntos que cree más destacados de la ciencia y del ser humano.
No se cansa de repetir que, aunque nacemos con unos genes y en un entorno, nada es irreversible porque podemos cambiar. Nada es inmutable en nuestro cerebro plástico. La experiencia puede modelar, para bien o para mal, nuestra estructura cerebral.
Pero el cambio a mejor tiene un precio: el deseo de evolucionar, de conocer, de nunca detener nuestra curiosidad para saber la íntima naturaleza de las cosas, de profundizar en el conocimiento y en el amor.
Nos sorprende con la idea de que no es tan importante saber como educar el corazón. Pero a eso, nadie nos ha enseñado: la gestión de nuestras emociones. Ese es el reto para el futuro.
Para finalizar, el consejo que escribió en el libro que le llevé para que me dedicara: No pares.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Buen pensamiento

Hace unos cinco años que no veo habitualmente la tele (salvo para dos o tres eventos al año) y como dos que no leo los periodicos. Si tengo que saber algo de algo lo busco en Internet. No lo hago por esnobismo ni por decir que soy especial (más bien al contrario).
Lo cierto es que no puedo resistir tanta comunicación negativa. Pensaba que era por lo de la crisis, pero me he dado cuenta que la crisis es solo una excusa para justificar la catarata actual de crítica, victimismo, quejas y lloriqueos.
A lo mejor siempre fue así y me he venido a dar cuenta ahora (como un exfumador capaz de detectar el humo del tabaco a 100 metros y repudiarlo terriblemente). Me he dado cuenta desde que llevo puesta la pulsera de la antiqueja. En realidad es una simple pulsera que te recuerda que debes ser consciente para no quejarte o criticar.
Eso no significa que si llueve no puedas decir que llueve, sino que no puedes expresar que dicha agua que cae del cielo ha convertido la jornada en el peor dia de tu vida, que ha arruinado noseque cosas, que es maldita, etc.
Parece que evitar dichas palabras no cambia nada, pero sí lo hace. Pensamos con palabras y si evitamos ciertas palabras, finalmente cambiará nuestro pensamiento. No hay más que ver el resultado de leer dos o tres veces algo bello o algo terrible y darnos cuenta de la sensación que nos deja.

sábado, 15 de mayo de 2010

Prisión preventiva

Hace no mucho me encontré con una conocida que hacia tiempo que no veía. En tres minutos me contó como había cambiado su vida:  había encontrado una pareja, se había casado, había tenido un hijo y se había separado, en este orden y en apenas dos años. 
Yo la miraba sin saber si darle mis felicitaciones o mis condolencias. Ella, sin mayor atisbo de tristeza, me dijo que su mayor error había sido casarse con una persona que no conocía. No quería decir que fuera un desconocido, claro, sino que no había convivido con él y que, por lo tanto, no sabía si eran o no compatibles (el tiempo se encargó de aclarar la duda).
Si ya es difícil encontrar a alguien con quien compartir la vida, lo es más conseguir cuadrar el compartir el día a día, la convivencia.
Aunque es verdad que el roce hace el cariño, también hace la llaga. Por ello, parece que esta conocida parecía querer decir que es mejor probar a vivir juntos antes de ir a mayores (pasar por el altar o decidir tener hijos).
Es cierto que la convivencia une a la gente, en general, aunque puede también generar tensiones que deterioren la relación. Por eso, debería ser obligatorio que las parejas convivieran durante unos meses antes de pasar por la vicaría o el juzgado. Se ahorraría muchos disgustos personales y familiares y también minutas de abogados.
Al fin y al cabo encontrarse irremediablemente los calcetines usados en la mesa del salón o a la madre de la parienta casi viviendo en tu vida, y pensar que es lo que te espera para el resto de tus días, hace que uno se replantee algunas cosas.

lunes, 10 de mayo de 2010

Semilla del diablo

En una cafetería estoy tranquilamente tomando algo cuando una conversación entre dos mujeres me sobresalta. Parece que una de ellas desea tener un hijo y tiene novio (hasta ahí todo normal) pero resulta que no quiere irse a vivir con él ni en sueños.
Como no entiendo nada, extiendo la parabólica a ver si me aclaro. El novio no es que sea  malo, ni feo ni tonto y es válido para que la joven que habla se quede encinta, pero no quiere más que esto. No desea mayor cercanía ni relación que la de simples novios: será bueno como padre pero no como pareja. La otra la anima: total, para lo que ayudan da casi igual quien te deje embarazada porque todos son iguales.
Con aquello hecho un lío, pregunto a algunas compañeras de trabajo y a amigas. Una me dice que hay mujeres que no encuentran pareja y deciden ser madres solas. Me parece perfecto y una decisión muy valiente. Además no soy yo ningún defensor de la familia tradicional. Al contrario.
Otras mujeres me dan la clave. ¿Qué clase de relación afectiva hace que una de las partes de la pareja no desee compartir junto a la otra el tiempo de convivencia o el de crianza de un hijo? Pues una abocada al fracaso.
Además, decir que da igual qué hombre te insemine porque todos son iguales, nos coloca a nosotros al nivel de un tubo de ensayo lleno de espermatozoides.
Pues a mi no me da igual qué mujer sea la madre de mis hijos. De eso nada. Yo no busco ovarios sino además todo lo que acompaña. Mi semen no será el mejor pero si alguien sólo me considera válido como fuente, mejor que acuda a otro contenedor.

sábado, 8 de mayo de 2010

Apagón sin revolcón

Leo una de esas frases célebres, ésta de Bernard Shaw que dice que las personas que funcionan bien en la vida son las que al levantarse por la mañana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran, las inventan.
Hace unos días, la zona en la que vivo se despertó a oscuras. No es que fuera de noche todavía a las siete de la mañana sino que, por causas que solo saben explicar los ingenieros, no había luz eléctrica.
Lejos de hundirme en la miseria o acordarme de la madre del que instaló la estación transformadora de la compañía eléctrica, pensé en que aquel pequeño imprevisto podía traer algunos beneficios. Tras intentar darle un revolcón a la parienta con la escusa de la falta de luz, caí en la cuenta de que lo más conveniente en ese momento era buscar velas y mechero. 
Ya con algo de luz me recreé en mi barba del día anterior que tendría excusa para llevar al trabajo (mi afeitadora es eléctrica) y como no pude perder tiempo con el ordenador o ponerme a hacer el tonto (habitual para perder el tiempo) me hice un sandwich, me tomé un yogurt y a la calle.
El día empezó bien: puntual, desayunado y sin afeitar. ¿Qué más podía haber pedido? Ah, sí claro, el revolcón.