martes, 8 de junio de 2010

Fútbol, fútbol, fútbol

No es que me guste el fútbol. Prefiero otros entretenimientos aunque cada temporada veo tres o cuatro partidos (casi siempre finales o semifinales de alguna competición internacional) con algunos amigos.
Ninguno es muy futbolero, pero eso de ver a 22 tíos en pantalones cortos corriendo detrás del cuero hinchado (balón, para los amigos) nos retrotrae a algún punto de nuestro pasado cromañonico.
Supongo que nos imaginamos corriendo por la sabana africana detrás de alguna gacela intentando ensartarla con una lanza y viéndola de cena. No tiene más secreto ni profundidad a pesar de lo que pudiera decir un psicoanalista argentino.
Claro, pero muchas mujeres no entienden tanto apego al deporte rey (muchas veces yo tampoco y no las culpo por ello). Por eso deseo pedir un poco de calma ante el comienzo del mundial de Sudáfrica y sus tropecientos partidos. Al fin y al cabo, es algo que pasa sólo cada cuatro años.

sábado, 5 de junio de 2010

Buen pensamiento (2)

Comunicar sin juicios de valor no es sólo difícil sino muy difícil (casi imposible). No me refería a cuando uno expresa con palabras una emoción negativa (estoy triste, enfadado, dolorido, etc) porque se siente en ese momento así, busca la causa de ese malestar emocional y desea cambiarlo. Eso es muy sano física y emocionalmente.
Yo me refiero a quienes de forma habitual y constante expresan estas emociones sin otro interés que expresarlas. Lo lógico es pesar que si a uno le va mal, haga algo para cambiar su situación. Pero aquí está la clave: hacer algo. Parece que algunas personas prefieren no hacer nada y seguir emitiendo esa comunicación.
Hasta ahora yo no le veía sentido lógico (ni emocional) a este tipo de actitudes puesto que finalmente aumentan la tristeza, el recuerdo de la emoción negativa, somatización física, etc. Pero en una conferencia de Rubén Turienzo a la que acudí recientemente vi la luz: las personas que emiten comunicación negativa generan la compasión, solidaridad y atención del resto. O sea que si algo me va mal y me quejo, otros me hacen mimitos, pero si lo soluciono, ya no me los hacen. Lo fácil es eso: si busco cariño y atención me quejo y ya está.