miércoles, 28 de mayo de 2008

Apaga y vámonos



Leo en un periódico un artículo que se pregunta si la televisión genera individuos o borregos. Me da la risa y creo que si todavía tienen dudas al respecto, lo mejor es que no lo vuelva a utilizar como fuente de información.
De forma coincidente en el tiempo escucho una conversación sobre un tal Chilcuatre o algo así que se presentó a lo de Eurovisión representando a España. Como declaro mi ignorancia al respecto, soy objeto de mofa y escarnio público. Al tiempo me siento desplazado de muchas conversaciones que son imposibles de seguir si no has visto la caja tonta. La clave es que si no sale allí es que no existe. Yo como no la veo no puedo mantener una conversación sobre la supuesta realidad que allí aparece.
Para no quedar socialmente desplazado, me informo sobre el cantante de Eurovisión. Terrible. No puedo entender como se le eligió para representarnos como la mejor voz del país ante más de 300 millones de europeos. Habría que preguntarle a los que le votaron para tal honor si le hubieran elegido para representar a su familia o a su padre. Medito un poco y me temo que también lo hubieran elegido para eso.
Por mi parte, me reafirmo en mi deseo de vivir sin ver la tele (veo cosas que descargo) aún a riesgo de ser un apestado social. Siempre he preferido ser una oveja negra que un borrego marrón.

sábado, 24 de mayo de 2008

Currante de mañana, consumidor de tarde




Esperando al ascensor, llega un vecino bien contendo cargado de bolsas. Por el volumen de lo que lleva, ha dejado medio vacios algunos centros comerciales, varias franquicias y algún que otro gran hipermercado.
Al verme tan curioso me dice que ha encontrado la manera para superar lo de la crisis. Aunque es evidente mi desinterés, como no puede más, me cuenta su secreto: compra productos de fuera, en grandes tiendas o por Internet, porque está todo muy caro, y para eso está la globalización, ¿no?
Asustado le pregunto si trabaja en el extranjero, porque si no, la alegría le durará poco. Por la cara que pone parece que le estuviera hablando en arameo. Le explico despacito que, aunque la competencia es buena para el consumidor, si uno lo compra todo "de fuera", las tiendas "de aquí", donde trabajamos el 90% de los currantes "de aquí" no venderán ni un alfiler. Por esto, tendrán que despedir a trabajadores "de aquí" y disminuir las compras a los proveedores "de aquí", que a su vez tendrán que que despedir a sus trabajadores "de aquí" y disminuir las compras a sus proveedores "de aquí", en un circulo vicioso y finito (hasta el día que no haya nadie al que echar a la calle).
En esto, llega el ascensor y entro. El vecino me indica que espera al siguiente, que va muy cargado y no cabemos los dos. Me lo dice con una cara tan apesadumbrada que parece que lo que tuviera cargada fuera la conciencia.

martes, 20 de mayo de 2008

Miénteme Pinocho


Alguien me pide que le dé mi opinión del nuevo vestido que se ha comprado. Yo le contesto educada pero sinceramente. Desde entonces no sólo no me habla, sino que además evita encontrarse conmigo. Parece claro que no buscaba mi opinión sino confirmar sus propias ideas.
Esto me deja perplejo, porque siempre intento decir lo que pienso de manera cordial, rechazando dar mi opinión brusca o descarnadamente, pero también me repele mentir como un bellaco.
Sin embargo, vivimos en una época donde a nadie le importa la opinión del otro, especialmente cuando no coincide con la propia. Por ello, he decidido que si alguien me pregunta sobre mi parecer, antes de responderle me aseguraré de conocer si realmente quiere saber cómo pienso. Si la respuesta es no, mentiré como Pinocho. Afortunadamente, a mí no me crece la nariz como al niño de madera.

jueves, 15 de mayo de 2008

Feliz derrota


Unos compañeros de trabajo me convencen para que me presenten con ellos a unas elecciones sindicales en la empresa. Como soy una persona de buena voluntad, especialmente cuando no implica gastar dinero o hacer esfuerzos físicos, acepto la propuesta.
Sin embargo, según avanza la supuesta campaña electoral veo que el resultado no será muy favorable (aunque tampoco esperaba salir elegido) y temo quedar el último. Yo no es que tenga mucha capacidad de arrastrar a las masas, pero sí me disgusta la posibilidad de humillación pública.
El día de las votaciones pierdo aunque quedo en un puesto aceptable. Todos mis conocidos se apenan por mí, me apoyan y le quitamos importancia al resultado a pesar del amargor inicial. Todos no. Mi madre se alegra de mi derrota: "es que ya estás en bastantes cosas" , me dice.
En esto, me pregunto si perder es menos triste cuando te esperas el resultado negativo o siempre duele lo mismo por nuestra innata capacidad de competir por todo, que nos impide ser derrotados sin sentirnos doblemente fracasados (una por perder y otra por no ganar).
Aprendí una buena lección: o me lanzo a ganar o presento a mi madre como candidata. Porque ella, lleva mejor que yo lo de perder.