domingo, 28 de diciembre de 2008

Adivina, adivinanza


En una conversación trivial, una participante nos dice que nunca afronta nada en su vida si no tiene claro cómo va a acabar el asunto. Aunque el murmullo de aprobación es generalizado entre los presentes, a mí hay algo que no me cuadra. Por eso, le pregunto por la marca de su bola de cristal.
Como me mira sin entenderme, le aclaro que conocer el futuro es filosóficamente imposible (no se puede saber sobre lo que aún no ha ocurrido). Puede que la intuición, nuestra experiencia (M. Gladwell afirma que es lo mismo aunque no nos demos cuenta) o la lógica de las cosas nos hacen pensar como terminará siendo la realidad en un cierto tiempo, pero todo puede cambiar.
El griterío de desaprobación es ensordecedor, especialmente por parte de la participante contrariada. Para hacerme entender le pregunto que qué le ocurrió cuando se enamoró de aquel cretino con el que casi acaba a palos o cuando comenzó el trabajo que dejó al poco porque no le hacía feliz o cuando se le quemó la cocina o cuando salió con el coche un día de lluvia y se comió una farola. ¿ Es que la bola de cristal se había quedado sin pilas?
Ante el rictus amargo de su cara por el descubrimiento, intento animarla. En realidad lo divertido de la vida es no conocer el futuro. De esa manera vivimos el presente con intensidad. Si no, sería como cuando tenemos un deseo enorme de ver una película interesantísima y alguien nos cuenta el final.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Dormir de culo


Oigo con preocupación que a David Beckham le han tirado una bronca tremenda por ir a un partido de baloncesto de la NBA. Tremenda injusticia me deja perplejo: aunque él sea un famoso jugador de fútbol, también tiene derecho a acudir a otros espectáculos deportivos.
Luego leo sobre el asunto y ahora me parece más concreto. Lo que ocurrió fue que acudió al baloncesto y en vez de dedicarse a ver el partido, estuvo más atento a la coreografía de una animadora y, en concreto, a donde su espalda pierde ese bonito nombre (el culo, para entendernos).
A la parienta de
Beckham, Victoria, le sentó bastante mal el asunto y parece que esa noche la criatura (él, claro) tuvo que dormir en el sofá del salón con lo que eso supone de incómodo.
Me pregunto si Victoria se cabreó tanto porque miraba otro culo que no fuera el suyo o porque lo hacía en público. Es más, me pregunto si mirar un culo ajeno debe ser objeto de afrenta.
Por si acaso, le recomiendo que acuda al baloncesto con gafas de sol o se cambie al
parchís, que como la gente está sentada hay menos riesgos que puedan afectar luego a su sueño.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Vivir de risa


Hace poco acudí a ver un espectáculo de Les Luthiers. Sólo de recordarlo, me entra un poco de risa.
Probablemente, el de cómico es (junto al de minero y el de pescador en alta mar) el oficio más difícil del mundo. No se trata sólo de interpretar o hacer muecas, sino de hacer reír a través de la acción y la palabra (o la inacción y la mímica).
Me recuerda los tres años que estuve en la escuela municipal de teatro. Descubrí que como actor era un auténtico desastre pero tan terrible evidencia (algo me sospechaba yo) no me impidió pasármelo muy bien y reírme como un loco. Desde entonces me falta algo de desahogo en mi vida.
Por eso, intento tomar mi dosis de buen humor de vez en cuando ya sea de sopetón (estilo Les Luthiers) ya sea con pequeñas bromas en el día a día. Al fin y al cabo, nadie me puede acusar de nada: lo tengo prescrito por el profesor Warren Sanchez.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Empacho de amor

Tanto quejarme de que no encontraba a nadie alegre que, cuando me cruzo con un amigo contento, casi no me lo creo.
Es que al verlo venir a lo lejos con esa sonrisa de oreja a oreja y como flotando pensé en lo peor: prozac o alucinógenos.
Resulta que la cosa es aún más grave: está enamorado. Esto me lo dice después de darme un abrazo que casi me parte las costillas y que me deja sin aire.
Me lo cuenta todo de cabo a rabo (bueno, esta parte no).
Parece que la cosa surgió por casualidad, tal y como suceden las cosas más divertidas, y que poco a poco se sintió cautivado por ella como las virutas de metal al imán (la metáfora es suya y es que este amigo siempre se sintió atraído por el magnetismo, valga la redundancia).
Según me cuenta, ella es la criatura más dulce de este universo, con la que parece compartir vivencias pasadas similares y un deseo irrefrenable de ser felices. La vida con ella le parece de color de rosa.
Sólo se me queja de una cosa, y es que desde que empezó todo tiene un malestar en la barriga.
Yo sonrío, le felicito y le dejo con sus mariposas en el estómago, mientras pienso que es bonito encontrarse con gente feliz.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Errar es de enanos


Me encuentro a una amiga compungida (en estos tiempos, encontrarte a alguien contento es más difícil que sentarte en un pajar y clavarte un trébol de 4 hojas) que me dice que cometió un pequeño error en su trabajo y fue objeto de mofa y escarnio público.
Yo me pregunto en qué ha quedado aquello de "errar es de humanos," lo de "quién tiene boca se equivoca" o lo de "rectificar ante el error es de sabios".
Parece que la perfección es lo que se pide a los humanos, lo cual es filosóficamente contradictorio puesto que el hombre, por definición, es imperfecto. No hay más que asomarse a la ventana o a la tele o poner la radio o mirarse al espejo para darse cuenta de que distamos mucho de la perfección, que está destinada, en la opinión de este servidor de usted, a los dioses.
Yo pienso que ser imperfectos nos da juego para vivir, equivocarnos y rectificar. En esto estaba pensando cuando me dio por empezar una lista con mis defectos. Cogí una hoja y como vi que la recopilación se iba a alargar mucho más de lo que había pensado, seguí escribiendo en un papel higiénico para tener espacio suficiente y no dejar de apuntar ninguna tara.
Como ejemplo de esta reflexión, les puedo confesar que soy impuntual, dormilón, exagerado, posesivo, algo vanidoso, inquieto, sentimental, cuadriculado, utópico, mandón, maniático del orden, racional, obseso del sexo (aunque esto no sé si será más bien una virtud), nada sofisticado, tiendo al cinismo, a veces no pienso lo que digo y otras no digo lo que pienso, como rápido, le doy demasiadas vueltas a las cosas, hago menos de lo que debería, no soy valiente, ni alto, ni fuerte, ni muchas cosas más.

Pero, aún así de imperfecto, yo soy yo. Y estoy encantado de haberme conocido.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Cogito ergo sum


Somos lo que comemos. Cuando oí por primera vez esta frase me quedé petrificado. Recordé toda la cantidad de carne de vaca loca y pollo con hormonas femeninas que había comido de adolescente y me imaginé a mi mismo tarado, con tetas y plumas como un pato.
Luego me enteré que semejante mutación no era ni inmediata ni tan brusca, por muchos bocatas de pechuga que te hubieras metido por el gaznate. Aunque aquello me calmó, desde entonces cuando voy a un restaurante siempre pregunto si tienen carne sin hormonas.
Leo otra frase que me impresiona, pero esta vez favorablemente: somos lo que pensamos. Esta vez sé que tampoco me lo tengo que tomar tan en serio (si no tendría aquello como el de Nacho Vidal de tanto pensar en lo único y no es el caso).
La entrevista donde la leo me parece muy interesante y pone de relieve la íntima relación entre la mente y el cuerpo. La importancia del buen pensamiento se manifiesta en la medicina tradicional china y en otras formas ancestrales de curación, aunque numerosos cretinos se empeñen en decir que hay que pensar mal para acertar.
El artículo este me deja pensando en cosas muy positivas y poco después me siento físicamente más animado (la gripe no perdona). ¿No es esto prueba básica del circulo virtuoso del buen pensamiento?

viernes, 5 de diciembre de 2008

sexo, mentiras y política


Me entero que surge un partido político que aboga por el sexo como medio de resolución de los conflictos. De tanto que aplaudo, se me ponen las manos rojas.
La emoción disminuye algo cuando me entero de que el asunto se va a montar (no sé si la palabra es acertada en este contexto) en Australia. Y es que parece que la censura es más férrea que lo que desean los promotores de esta iniciativa. No me he enterado bien de sus objetivos, aunque me los imagino y me da un cierto gustirrinín...
Más allá de la propuesta de que las disputas se resuelvan a polvos y no a tortas, encuentro válida la crítica a la hipocresia social. Veo mucha gente escandalizada de que haya tantas revistas eróticas en los kioskos o erotismo en la tele. No les veo protestar, sin embargo, por el tabaco que vende el mismo kiosquero o la violencia física y verbal que emana de la caja tonta. Toda esa basura provoca cancer de pulmón, violencia y mala lecha, mientras que lo otro, como máximo, te dejaría una mala erección.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Taxi driver

Numerosos estudios demuestran que los taxistas son, después de los psicólogos argentinos, el gremio que más contribuye a la intercomunicación entre desconocidos. Aunque no lo recordaba con nitidez, yo ya conocía esta capacidad de establecer conversaciones sin ton ni son, a diestro y siniestro. No en vano, mi abuelo era taxista.

Sin embargo, no me acordaba de cuán profundo y particular era el análisis de la realidad del profesional del taxi hasta estos últimos días. La necesidad de ir de un lado a otro, relativamente rápido y sin medio de locomoción propio, me obligó a utilizar el taxi frecuentemente.

Deseoso de conocer qué se ve tras el prima ovalado del parabrisas, hacía como que preguntaba al chófer sobre algo (tras dar las buenas horas y la dirección, claro). Indefectiblemente, mi pregunta era obviada y la conversación (monologo diría yo, porque la conversación requiere que dos hablen sobre el mismo tema en momentos sucesivos) se dirigía a la preocupación del conductor.Siendo la mayoría de los temas comunes, eran vistos por cada taxista desde posiciones tan dispares que se dirían que vivieran vidas en universos paralelos, opuestos, paralepípedos o bipolares.

Que la realidad depende del cristal con el que se observa es conocido, aunque nunca pensé que si el cristal era el de un parabrisas, la realidad se distorsionaba aún más