domingo, 14 de diciembre de 2008

Empacho de amor

Tanto quejarme de que no encontraba a nadie alegre que, cuando me cruzo con un amigo contento, casi no me lo creo.
Es que al verlo venir a lo lejos con esa sonrisa de oreja a oreja y como flotando pensé en lo peor: prozac o alucinógenos.
Resulta que la cosa es aún más grave: está enamorado. Esto me lo dice después de darme un abrazo que casi me parte las costillas y que me deja sin aire.
Me lo cuenta todo de cabo a rabo (bueno, esta parte no).
Parece que la cosa surgió por casualidad, tal y como suceden las cosas más divertidas, y que poco a poco se sintió cautivado por ella como las virutas de metal al imán (la metáfora es suya y es que este amigo siempre se sintió atraído por el magnetismo, valga la redundancia).
Según me cuenta, ella es la criatura más dulce de este universo, con la que parece compartir vivencias pasadas similares y un deseo irrefrenable de ser felices. La vida con ella le parece de color de rosa.
Sólo se me queja de una cosa, y es que desde que empezó todo tiene un malestar en la barriga.
Yo sonrío, le felicito y le dejo con sus mariposas en el estómago, mientras pienso que es bonito encontrarse con gente feliz.

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