Me encuentro a dos amigas hablando del colegio de sus hijos. Una comenta sobre el comedor y otra sobre la disciplina del centro, y es que ésta última está muy preocupada porque el niño le pueda salir murguero (de esos que tocan en una murga en los carnavales).
La conversación no daría para más si no fuera porque las criaturas objeto de la conversación no llegan a los dos años de vida y porque sus mamás les están planeando su futuro hasta la universidad.
La conversación no daría para más si no fuera porque las criaturas objeto de la conversación no llegan a los dos años de vida y porque sus mamás les están planeando su futuro hasta la universidad.
Sé que es bueno hacer las cosas con tiempo, pero creo que ahora vamos demasiado lejos. Pregunto a otros padres y la cosa es hasta peor: algunos ya saben la carrera que hará el vástago dentro de 16 años. Y yo que me quejaba porque preparaba mis viajes con dos meses de antelación: soy un aprendiz.
Desde entonces me pregunto si no llevamos hasta el extremo nuestros deseos, intentando hacer, ser o tener a través de otros lo que nosotros no hicimos, fuimos o tuvimos. Yo, intento no tener ese problema porque si me gusta hacer, ser o tener algo lo busco por mis propios medios. Si lo consigo, bien, y si no, mala suerte. Pero es que yo soy así: un perro verde. Guau, guau.
Desde entonces me pregunto si no llevamos hasta el extremo nuestros deseos, intentando hacer, ser o tener a través de otros lo que nosotros no hicimos, fuimos o tuvimos. Yo, intento no tener ese problema porque si me gusta hacer, ser o tener algo lo busco por mis propios medios. Si lo consigo, bien, y si no, mala suerte. Pero es que yo soy así: un perro verde. Guau, guau.