domingo, 13 de abril de 2008

Ahora es mío, ahora no


Cada día laborable, me dirijo a media mañana a la cafetería de siempre (para qué cambiar si me va bien) a tomar un desayuno. Intento aprovechar ese momento para hojear el periódico que la cafetería pone a disposición de sus clientes.
Digo intento porque rara vez lo consigo. Como me pasó el otro día, casi siempre hay alguien leyéndolo. Alguien que no se contenta con echarle un vistazo y pasarlo al siguiente sino que escruta todas las secciones, incluídas el horoscopo, los anuncios por palabras y las esquelas: vamos como si fuera suyo y no de todos.
Ese día, después del bocadillo sin lectura del periódico, vuelvo al curro y veo que la misma persona que se apropió del diario, pasa a mi lado y se le cae una caja de cigarrillos. Yo, todo solícito, me agacho para cogerla y devolvérsela. En ese momento, me doy cuenta. La caja está vacía y, en realidad no se le ha caído, la ha tirado.
Asobrado por los hechos, sigo mi camino cabizbajo mientras medito lo rápido que se puede pasar de apropiarnos de lo que es de todos, a utilizar lo de todos como estercolero al creer que no es nuestro.
Desde entonces, estoy pensando en cambiarme a una cafetería sin periódico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado, tienes toda la razón. Pero si incluso en el trabajo, seguro que los papeles después de lavarte las manos, muchos de ellos no acaban dentro del cubo...
Un ejemplo claro lo tienes si te metes con unas gafas de bucear en cualquier playa de nuestra geografía (en cualquiera). Seguro te quedarías asombrado de "las maravillas" que el fondo marino es posible de ofrecernos...