miércoles, 2 de abril de 2008

Luna de hiel


Me encuentro a un amigo con mala cara por la calle y le pregunto que qué le pasa. El tío va y me lo cuenta: resulta que se casa.
Sin tiempo para decirle nada me relata su vida. Los problemas para encontrar la iglesia (por la iglesia él, que perpetró varias veces en su vida los siete pecados capitales), elegir el fotógrafo adecuado, conseguir todas las flores iguales, hacer dieta para el chaqué que con lo que había costado tenía que quedar impecable, seleccionar los 300 invitados para el convite en el restaurante de moda, concretar el viaje de novios,........ Al tiempo que él detalla toda esta suerte de catástrofe, mi cabeza va poniendo precios a la lista y cada vez la cuenta sale más cara. Al final, se detiene justo cuando la caja registradora que tengo en la cabeza esta cerca de los 30.000 euros.
No me lo podía creer. Él tiene un trabajo con poco sueldo y ella, por el estilo, y ni siquiera podrían permitirse tremendo gasto ahorrando cinco años. Luego me enteré: habían pedido un préstamo a pagar en seis. Así sí.
Al ver su cara descompuesta, no tuve más remedio que darle un abrazo, pero no uno de esos de alegría, sino más bien como los que doy en los duelos para confortar a la familia del finado.
Un locura. Para este caso y otros similares, el cura, al tiempo que los declara marido y mujer, podría declararlos igualmente en bancarrota.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los que trabajamos en una entidad financiera nos parece perfecto que la gente se endeude para cumplir sus sueños...cuanto más sueñen nuestros clientes más dinerillo tendremos los bancarios para cumplir los nuestros.
Aunque recordando lo que tú me dices, amigo: "ten cuidado con lo que deseas..."
Angeles