viernes, 12 de diciembre de 2008

Cogito ergo sum


Somos lo que comemos. Cuando oí por primera vez esta frase me quedé petrificado. Recordé toda la cantidad de carne de vaca loca y pollo con hormonas femeninas que había comido de adolescente y me imaginé a mi mismo tarado, con tetas y plumas como un pato.
Luego me enteré que semejante mutación no era ni inmediata ni tan brusca, por muchos bocatas de pechuga que te hubieras metido por el gaznate. Aunque aquello me calmó, desde entonces cuando voy a un restaurante siempre pregunto si tienen carne sin hormonas.
Leo otra frase que me impresiona, pero esta vez favorablemente: somos lo que pensamos. Esta vez sé que tampoco me lo tengo que tomar tan en serio (si no tendría aquello como el de Nacho Vidal de tanto pensar en lo único y no es el caso).
La entrevista donde la leo me parece muy interesante y pone de relieve la íntima relación entre la mente y el cuerpo. La importancia del buen pensamiento se manifiesta en la medicina tradicional china y en otras formas ancestrales de curación, aunque numerosos cretinos se empeñen en decir que hay que pensar mal para acertar.
El artículo este me deja pensando en cosas muy positivas y poco después me siento físicamente más animado (la gripe no perdona). ¿No es esto prueba básica del circulo virtuoso del buen pensamiento?

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanta como escribes y suscribo todas tus teorías que expresas con tanto sentido del humor e ironía. Me alegro que lo hayas retomado, eres capaz de dejarme sentada delante de este chisme hasta acabar la última de tus historias...y eso es complicado en mi caso.

Pili.

magister dijo...

Pili, agradezco tu fidelidad con este blog y sobre todo que compartas mis teorías.
Tanta gente que me dice que son tan buenas que, cualquier día de estos, igual las pongo en práctica.

Es un placer escribir para lectores como tú.