lunes, 10 de mayo de 2010

Semilla del diablo

En una cafetería estoy tranquilamente tomando algo cuando una conversación entre dos mujeres me sobresalta. Parece que una de ellas desea tener un hijo y tiene novio (hasta ahí todo normal) pero resulta que no quiere irse a vivir con él ni en sueños.
Como no entiendo nada, extiendo la parabólica a ver si me aclaro. El novio no es que sea  malo, ni feo ni tonto y es válido para que la joven que habla se quede encinta, pero no quiere más que esto. No desea mayor cercanía ni relación que la de simples novios: será bueno como padre pero no como pareja. La otra la anima: total, para lo que ayudan da casi igual quien te deje embarazada porque todos son iguales.
Con aquello hecho un lío, pregunto a algunas compañeras de trabajo y a amigas. Una me dice que hay mujeres que no encuentran pareja y deciden ser madres solas. Me parece perfecto y una decisión muy valiente. Además no soy yo ningún defensor de la familia tradicional. Al contrario.
Otras mujeres me dan la clave. ¿Qué clase de relación afectiva hace que una de las partes de la pareja no desee compartir junto a la otra el tiempo de convivencia o el de crianza de un hijo? Pues una abocada al fracaso.
Además, decir que da igual qué hombre te insemine porque todos son iguales, nos coloca a nosotros al nivel de un tubo de ensayo lleno de espermatozoides.
Pues a mi no me da igual qué mujer sea la madre de mis hijos. De eso nada. Yo no busco ovarios sino además todo lo que acompaña. Mi semen no será el mejor pero si alguien sólo me considera válido como fuente, mejor que acuda a otro contenedor.

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