sábado, 8 de mayo de 2010

Apagón sin revolcón

Leo una de esas frases célebres, ésta de Bernard Shaw que dice que las personas que funcionan bien en la vida son las que al levantarse por la mañana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran, las inventan.
Hace unos días, la zona en la que vivo se despertó a oscuras. No es que fuera de noche todavía a las siete de la mañana sino que, por causas que solo saben explicar los ingenieros, no había luz eléctrica.
Lejos de hundirme en la miseria o acordarme de la madre del que instaló la estación transformadora de la compañía eléctrica, pensé en que aquel pequeño imprevisto podía traer algunos beneficios. Tras intentar darle un revolcón a la parienta con la escusa de la falta de luz, caí en la cuenta de que lo más conveniente en ese momento era buscar velas y mechero. 
Ya con algo de luz me recreé en mi barba del día anterior que tendría excusa para llevar al trabajo (mi afeitadora es eléctrica) y como no pude perder tiempo con el ordenador o ponerme a hacer el tonto (habitual para perder el tiempo) me hice un sandwich, me tomé un yogurt y a la calle.
El día empezó bien: puntual, desayunado y sin afeitar. ¿Qué más podía haber pedido? Ah, sí claro, el revolcón.

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