jueves, 1 de enero de 2009

Año nuevo, la misma vida


En plena fiesta de fin de año, me encuentro a un amigo algo beodo (lo difícil hubiera sido encontrar a alguien sobrio, amigo o no). Me cuenta que a partir del 1 de enero, su vida será otra. Le felicito por tan tremenda metamorfosis y sigo soplando güisqui.
Horas más tarde, aún bajo los efectos del alcohol y entreviéndose ya el dolor de cabeza por el exceso, reflexiono sobre el encuentro. No dudo que sea posible cambiar de vida (un amigo que lo hizo me manda un correo de felicitación desde Japón), sino lo que me choca es que pueda hacerse de un día para otro.
Me parece que dicho proceso requiere un poco de calma, reflexión, valentía y esfuerzo (siempre he preferido los hechos a los buenos propósitos, aunque éstos queden mejor en una postal navideña). Aunque la fortuna ayuda, siempre he pensado que la suerte pertenece a los osados que se remangan para trabajar.
A pesar de que la intención es el paso previo a la acción, me da que cambiar de vida no es tan fácil como acostarse beodo y levantarse resacado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido magister de oscuros rizos, vuelvo a estar de acuerdo contigo. Pero disculpo a esa persona porque la euforia de la noche y tradición obliga instan a animar a cambiar el universo después del cuarto ron (el que pueda llegar, claro). Y tal vez estemos demasiado acostumbrados a poner la mano y que el sol caiga directamente sobre ella. Lo que ocurre es que en muchas ocasiones pensamos que es una linterna que apunta mal (signifique esto lo que signifique). En cualquier caso, magister de ondulados cabellos, no cese de mostrarnos su sapiencia.