sábado, 11 de abril de 2009

Coctelera


Algunas cosas no tienen solución y otras sí. Tradicionalmente gastamos nuestras energías pensando en arreglar lo irresoluble, mentras dejamos olvidado aquello que se puede mejorar.
En esto, me dan cierta envidia los chinos. Leo por algún lugar que, en chino, el ideograma utilizado para expresar el concepto crisis es el mismo que el que utilizan para expresar oportunidad.
Ciertamente, el de la crisis es un tema que no había querido abordar (dicho así parece que fuera un barco mercante y yo un bucanero). Me aburre, es más, estoy rebosado de tanta crisis. Como si fuera una de las enfermedades de nuestras abuelas, todo el mundo compite para decir que está peor que los demás, que lo suyo es más grave y más doloroso.
Sé que tras una desgracia, un cierto periodo de duelo es necesario. Sin embargo, tras este lapso de tiempo, es absurdo regodearse en el malestar. Es tiempo del optimismo bien entendido, es decir, de una mezcla bien agitada de esperanza y sudor. Creo que el buen espíritu y la tenacidad en la consecusión de los objetivos son necesarias para salir adelante.
Sólo añadiría a la mezcla una pizca de riesgo y de buenas ideas. La imaginación en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas de siempre es lo que puede diferenciarnos del resto y llevarnos al éxito.
Y si no es así, no importa, ya que siempre podemos volver a empezar. Porque como decía Einstein, la única manera de no equivocarse es no hacer nada. Y ya se sabe, quien nada hace, nada tiene.

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