domingo, 10 de agosto de 2008

Cemento contra utopias


Uno de mis defectos es que siempre llego tarde (tengo más, claro, pero este es muy evidente). Resulta que durante el viaje leo algunos recortes de revista de los últimos tiempos y veo uno de mayo pasado analizando los cuarenta anos pasados desde la revolución de mayo del 68 de París.
Yo, tarde como siempre, analizo el particular aunque sea cuarenta anos y tres meses después. En mi opinión, parece ser que a los únicos a los que les cambio la vida el movimiento fue a los que pasaban por allí en aquel momento (como siempre la clave es estar en el lugar y momento apropiado).
Esta buena gente que ahora cuenta su historia, quería cambiar el mundo desde la utopía (palabra que tiende a desaparecer como guateque o tocadiscos, tanto que si le preguntas a un estudiante de bachillerato por una definición te dirá que una autopia es una carretera con dos carriles en cada sentido. Bueno, te lo diría dos carriles para ir y dos para volver, porque la LOGSE ha hecho mucho daño).
Sus eslóganes revolucionarios eran bellos: la imaginación al poder, busquemos la playa bajo los adoquines (por la arena que ponen como base de las aceras). Desgraciadamente del movimiento no solo no queda nada (de hecho fue la ultima revolución del primer mundo), sino que sirvió para dar un lavado de cara al sistema que había.
De todas formas, por si acaso, en París ya no hacen las aceras con adoquines, y donde las ponen, utilizan cemento de base. No sea que a alguno se le ocurra buscar alguna utopía debajo del ladrillo.

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