martes, 10 de noviembre de 2009

Corrupción social


Hace algún tiempo que me resisto a leer los periódicos, ver los telediarios o escuchar las noticias en la radio. Por doquier salen trapiches, corrupciones, pelotazos y basuras varias que me repelen.
Parece que la mamanza (término popular aún no recogido en el diccionario de la RAE, que hace referencia al robo a gran escala con descaro absoluto) es generalizada y no escapa ninguna tendencia política ni grupo social.
Esto, lejos de consolarme, me deja apesadumbrado puesto que, aunque yo pensaba que éramos un país moderno al nivel de Francia o Alemania, me encuentro con que estamos al nivel de choriceo de Tailandia o Mozambique. Por lo que se ve, la modernidad no tiene que ver con el número de móviles 3G o de conexiones wifi por habitante sino con las actitudes de los miembros de la sociedad.
Antes el que trapicheaba era el rey del barrio y ahora el que roba sale por la tele en prime time. Pues yo creo que a esos, en vez de reírles las gracias y asombrarnos por su desfachatez, deberíamos señalarlos por la calle, expulsarlos de nuestros clubes sociales y no darles ni los buenos días. Es lo que yo haría con alguien que me roba la cartera y encima se ríe en mi cara.

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