lunes, 30 de noviembre de 2009

Cornudo y apaleado


El estupor me nubla la mente cuando leo que en Estados Unidos han quebrado más de 500 bancos en los últimos tiempos. Pero el estupor no es por eso claro, sino porque el gobierno americano ha invertido una cantidad enorme de dinero (tan grande que, traducido a pesetas, ocuparía la mitad de esta entrada) en intentar salvar a estas empresas privadas.
Así de pronto no me parece ni bien ni mal: es su dinero, bueno, el de los contribuyentes de aquel país. Lo que me calienta es que ese salvamento se realiza sólo para aquellas empresas privadas que han contribuido a la crisis con sus productos financieros basura, sus riesgos incontrolados y sus sobresueldos en forma de stock options. Las empresas y autónomos que se han dedicado estos últimos años a hacer cosas reales y a crear puestos de trabajo y que, ahora, tienen problemas y quiebran, no reciben ni un dolar.
Hace 20 años, cuando cayó el muro de Berlín, los banqueros americanos proclamaron el fin del Estado y la hegemonía del mercado. Pasó el tiempo y resulta que los Gobiernos y no la mano invisible del mercado han tenido que intentar salvar los muebles. ¡Qué bien! ¡Viva el Estado!
Sin embargo, sigo sin entender nada de todo esto. Buscando una metáfora, sería como si un matón te diera una patada en los cataplines y tuvieras que pagarle el traumatólogo porque se hizo daño en el pie.

No hay comentarios: