jueves, 15 de octubre de 2009

Desfogados


Tengo una compañera que me dice que parezco un libro de autoayuda. Mi carcajada al oír semejante halago (o eso creía yo) fue estruendosa.
Curiosillo como soy, le pregunto y me cuenta que lo dice porque siempre veo el lado positivo (o práctico) de las cosas, intento ayudar a quien me cuenta un problema y además creo que todo es más sencillo de lo que pensamos.
Otra compañera, intentando rematar la faena, saca el cuchillo de despellejar y me dice que está cansada de que, cuando me cuenta un hecatombe (para ella todo son hecatombes, el fin del mundo, la muerte, un rollo, un problema, un horror, Dios Mío, no puedo más, me quiero morir y cosas similares) yo intento calmarla, le transmito mi opinión al respecto y le ofrezco una posible solución al asunto. Lo único malo de la cuestión es que no quiere ninguna de estas cosas, sino alguien que le aguante, cada par de días, la descarga de mal rollo (como si fuera un saco de boxeo al que atiza uno para desfogarse).
Yo no tengo complejo de saco al que desfondar a piñazos y aunque, mi opinión, mi ayuda y mi tiempo no sean muy valiosos, son escasos y prefiero usarlos con quien las aprecie.
Una vez que he visto la luz (aleluya hermano, alabados sean los que reconocen sus errores y los enmiendan), si alguien me cuenta un problema le prestaré mi oreja (sólo las tres primeras veces) y le diré mi parecer sólo si me pregunta por él. Sé que las margaritas no son flores muy valiosas, pero a pesar de ello, me da pena tirarlas a los cerdos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que fuerte lo tuyo!!!!

La del cuchillo

Anónimo dijo...

Por alusiones

Lo de autoayuda era más por el lado de "aprendiz de profeta", que lo sepas. Lo de ayudar a los demás y todo ese rollo...te lo inventas.

La de la autoayuda y la "psicótica"