sábado, 17 de octubre de 2009

Juntos separados


Caen en mis manos, casi simultáneamente, dos artículos, uno de Lucía Etxebarria y otro de EPS hablando de nuestra fobia a los compromisos.
Este es un asunto de mucha actualidad en mi vida porque en todas las esquinas encuentro gente, ellos y ellas, quejándose de lo mal que están las relaciones de pareja y de lo mucho que querrían encontrar a alguien con quien comprometerse.

Del dicho al hecho hay un trecho. Y es que a muchas criaturas les da un tembleque tremendo eso de comprometerse para siempre o por un rato porque parecen que pierden libertad, quedan subyugados por alguna férrea bota o piensan que con lo fácil que es cambiar, para qué molestarse en conservar.

Claro. Unos ven el compromiso como una cadena perpetua y otros como una chorrada de tiempos pretéritos. Ni calvo ni tres pelucas, pienso. Creo que el compromiso empieza por uno mismo y por los valores propios y sigue hacia quien tiene uno al lado, renovándose día a día.

Creo que si pensamos que algo dura para siempre, lo cuidaremos menos que si pensamos que en cualquier momento puede terminar si no lo atendemos convenientemente. Dicho así, el compromiso parece una metáfora de la propia vida.

2 comentarios:

Rumen Justo dijo...

Muy buena apreciación, para ilustrar mejor esto que dices tienes la canción de Macaco: "tengo", si la escuchas ya verás que se alinea a tu pensamiento. Saludos.

Anónimo dijo...

- Buenas, quiero un coche.
- Este es fantástico, cuesta 30.000 monedas.
- Eso es muchísimo
- si, pero es para toda la vida, usted no tendrá que comprar otro coche ni llevarlo al taller. Además, se lo actualizamos gratis.

Yo creo que construir una relación "como Dios manda" cuesta 30.000 monedas, y por algo que tiene fecha de caducidad, simplemente no lo pagas.

Saludos y fantástico blog