lunes, 31 de marzo de 2008

Días de 22 horas


No tengo tiempo. Parece un mantra que repito constantemente. Y no sólo yo, porque en el primer mundo la falta de tiempo es generalizada. Por eso el tiempo se ha convertido en el bien más preciado, por el que estamos dispuestos a pagar. Vuelos sin escalas, trenes de alta velocidad, microondas para calentar sin esperar, píldoras de adelgazamiento rápido, analgésicos de efecto inmediato o sexo rápido (ni para eso nos sobra el tiempo) son más demandados que nunca. La cuestión es para qué queremos más tiempo. Preguntando a amigos y conocidos (y a mi mismo) concluyo que el tiempo extra no lo queremos para descansar más, para dormir o estar tranquilo. En realidad, deseamos que el día tenga más horas para hacer más cosas, no menos. En lógica inversa creo que si tuvieramos menos tiempo, dedicaríamos más a no hacer nada. Por eso la solución es evidente: aprovechando el cambio horario quitémosle dos horas al día. Seguro que con 22 tendríamos más tiempo para estar con nosotros mismos.

2 comentarios:

magister dijo...

Ay amigo!!. Si me fuera al plano técnico y tratara de encuadrarte dentro de algún grupo de los que podría formar con un análisis Cluster (cosas de la Estadística), posiblemente tú serias un outlier. Quizas te podría catalogar en un grupo que fuera "Intelectual mundano" o algo así, pero estarías sólo, ya que verdaderamente no te me pareces a nadie.
Bueno, te animo a que sigas escribiendo y encuentres ese tiempo que andas buscando. Además, hoy no me hagas mucho caso, que estoy tomando unas merecidas cervecitas para celebrar que voy a empezar un período de esos de vacaciones, que al igual que a ti, me sirven de meta para superar los lunes, y los martes, y los miércoles....

Anónimo dijo...

Creo que en este artículo te has lucido. Releyendolo me he dado cuenta de que en esto existe una paradoja. Si bien queremos que en lo que tenemos que hacer personalmente todo sea rápido, cuando es otro el que nos tiene que dedicar su tiempo exigimos todo lo contrario, y lo pagamos. Por eso los artículos de lujo son los que llevan implícito más tiempo (vinos, perfumes, ...) y si hablamos de los servicios el tiempo pasa de ser implícito a ser evidente (restaurantes, spas,...). Creo que en todo esto el problema no está en que el tiempo sea un bien escaso y limitado, el problema es que nos genera mucha frustración el dedicar ese bien a cosas que no elegimos o que elegimos erróneamente.